sábado, 22 de enero de 2011

El Dolor...

Un día llore tanto que llovía en toda mi ciudad, pasaban las horas, los días, las semanas, los meses y mi llanto mojaba mi almohada, mi cobija y mi cama, pero lo mas triste fue el lago de lagrimas que se formo en mi alma convirtiéndola en roca salada de tantas llorar…


El dolor me arropo como la araña que teje su tela en la cueva oscura…

El dolor me encegueció como el asido que se derrama en cualquier ojo…

El dolor me aturdió como el explosivo en el oído del niño…

El dolor me dejo en mi boca un sabor tan amorgo como el resino…

El dolor me dejo sin poder percibir el aroma de mi piel mojada…

Y al no poder soportar tanto dolor quise morir en un rincón como el niño que se asusta ante el grito que le eriza la piel y de pronto mi corazón se sacudió como el caballo que frena su rienda desbocada y estremeció mis entrañas dejando al descubierto mis ojos ante el sol que me encandilaba regalándome la fortuna de la vida, de la dicha de sentir la desdicha que me llevo a ese rincón donde Dios creo un hueco pequeño por donde se coló el sol, y con el la esperanza de reinventarme la vida.

Aquí estoy, el dolor se ha ido, me hizo más fuerte, más grande, más humana, con una nueva y más inteligente alma que ya no le teme al dolor.

Siempre Anyhec.

Barinas, 10 de septiembre del 2008


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